La Inmaculada Concepción
1636. Óleo sobre lienzo, 179 x 128 cm. Depósito en otra instituciónLa iconografía de la Inmaculada Concepción, tema inspirado en el texto del Apocalipsis de San Juan, es muy frecuente en la pintura española, especialmente en las escuelas andaluza y madrileña. No hay que olvidar que desde España se propugnaba con insistencia la proclamación del dogma por parte de las órdenes religiosas. Desde 1644 se celebra aquí su festividad y los textos y las representaciones en relación con este tema iconográfico son muy frecuentes desde épocas bastantes anteriores, tanto en el mundo literario como en el de las Bellas Artes.
Antonio de Pereda (Valladolid, 1611-Madrid, 1678) trabajó fundamentalmente para una clientela devota, despreocupada en general por las novedades técnicas y estilísticas; en sus composiciones mostró gran interés por el dibujo minucioso y por la práctica de una pintura colorista y pastosa. En sus obras de naturaleza muerta es constante su preocupación por la representación moralizante, fruto del ambiente social y político del momento, que es fácil ver reflejado en la literatura contemporánea al pintor.
En esta composición la figura de la Virgen, situada en el centro del lienzo, es de proporciones esbeltas. En su rostro se aprecian expresión dulce, actitud pensativa y mirada respetuosamente baja. La parte inferior y el entorno de la Virgen están plagados de cabezas aladas de querubines, todas con los mismos rasgos y cabellera abundante y muy rizada, modelo éste repetido en los dos ángeles niños de la parte superior y habitual en casi todas las obras de este pintor. La corona de doce estrellas que suele adornar a la Virgen Inmaculada no puede ser apreciada aquí con claridad probablemente al estar fundida con el fondo; podríamos decir que ha sido aquí sustituida por una corona real que sostienen sobre su cabeza los dos pequeños y regordetes ángeles. No falta en la representación la figura del Espíritu Santo en forma de paloma, aunque sí estén ausentes los atributos de la letanía mariana que de uno u otro modo siempre están presentes en la figuración de la Concepción. Pereda no ha vestido aquí a la Virgen con los tradicionales túnica blanca y manto azul recomendados por el pintor y teórico Francisco Pacheco en su Arte de la pintura, inspirándose en la visión de Santa Brígida de Suecia, y que por otra parte es la habitual en este tema iconográfico, incluso en representaciones anteriores en el tiempo a ésta. La túnica de la Virgen es de color rojo, como es obligado en otras escenas relativas a la vida de la Virgen. Se conocen muchas representaciones de la Inmaculada realizadas por Antonio de Pereda. La del Prado, que por cierto fue adquirida para el Museo en 1880, está firmada y fechada en 1636. Presenta el mismo tipo iconográfico que la que se conserva en el Museo de Lyon, realizada algunos años antes y que, procedente de Turín, fue enviada a este museo por el gobierno napoleónico en 1811; también son comunes en los dos ejemplares la esbeltez y el efecto contrastado de las luces y las sombras. Corresponde también a la misma tipología la Concepción de la Iglesia de los Filipenses de Alcalá de Henares, fechada en 1637, algo más desproporcionada que las dos anteriores.
Esplendores de Espanha de el Greco a Velazquez, Río De Janeiro, Arte Viva, 2000, p.181