San Andrés (copia de Ribera)
Hacia 1867. Óleo sobre lienzo, 80,5 x 65,5 cm. Sala 063En carta de 28 de mayo de 1868, Fortuny le anunciaba a su amigo Attilio Simonetti (1843-1925) su próxima vuelta a Roma y le rogaba que su estudio estuviera limpio y preparado para recibir todos los enseres que traía de España, entre los cuales se encontraban los estudios que había hecho en Madrid, muchos de ellos en el Museo del Prado. También le indicaba las medidas de estos para que encargara los correspondientes bastidores. Uno de ellos -cuyas medidas eran 80 x 65 centímetros- era sin duda para el San Andrés de Ribera, una obra que había copiado al óleo en el Prado, probablemente en el verano de 1867, y que entonces estaba colgada en la sala de pintura española.
Es innegable la atracción que este artista despertaba en Fortuny ya que, también en el Prado, copió al óleo el San Pablo ermitaño, entonces catalogado como san Jerónimo, que estaba en la Galería Central junto a una buena parte de su apostolado, y que, según Cecilia de Madrazo, fue una de sus obras predilectas. También hizo a tinta un dibujo parcial (actualmente en paradero desconocido) de dos piernas y un brazo del aguafuerte del Martirio de san Bartolomé de Ribera.
La elección de estas obras respondía al interés de Fortuny por captar la acción de la luz sobre un torso desnudo, independientemente del sentido religioso que sí estaba presente en la imagen de Ribera. En el caso del San Andrés, el encuadre elegido por Fortuny corta totalmente los atributos iconográficos que identifican al santo: el anzuelo y el pez que aluden a su primer oficio de pescador y la cruz aspada en la que sufrió el martirio. Aquí es solo un hombre maduro, en los albores de la vejez. Para estos ejercicios, Fortuny no solo aprovechó las imágenes religiosas de Ribera, sino que también utilizó las profanas, como el aguafuerte Sileno ebrio alzando la copa que le llena un sátiro del que hizo, en un único soporte, un dibujo parcial del torso y de las patas del sátiro junto a unas líneas que insinúan la barriga del sileno. Estas representaciones de hombres de edad avanzada cuyas anatomías se destacan con fuertes claroscuros fueron, sin duda, el germen de las figuras masculinas que en 1869 grabaría al aguafuerte, y que darían lugar a obras tan sugerentes como Anacoreta, Hombre tendido en el suelo o a los modelos de viejos que en 1871 pintó al óleo en Granada (Texto extractado de Gutiérrez, A. en: Fortuny (1838-1874), Museo Nacional del Prado, 2017, p. 170).