Esta representación sírvate de confusión
Primer tercio del siglo XIX. Aguada, Lápiz, Pluma, Tinta agrisada, Tinta parda sobre papel verjurado, 310 x 210 mm. No expuestoEn un contraluz sobre el resplandor de las llamas –tenuemente expresadas- del fondo, el alma –una mujer de risa sardónica y larga cabellera- es conducida tendida sobre un tablero que transportan dos demonios humanos y peludos –el de a izquierda, alado, y el más al centro de la composición, cornudo. Por detrás, a la izquierda, asoma extendiendo un brazo un demonio de forma humana y gran ala de murciélago. Tres alimañas y una figura de forma humana, los pelos encrespados y los brazos elevados en actitud de espanto. Abajo, en primer término, una serpiente –a la izquierda- y cierta especie de fiera leonina con una gran ave -¿avestruz-? bajo parte de su cuerpo y garras –a la derecha-.
Visión admonitoria al modo habitual en la vieja iconografía cristiana. De ningún modo carente de fantasía; dotada de expresivo dinamismo y nada despreciables dibujo y utilización de las aguadas claroscuristas. Quizá también considerable dentro de la dedicación a lo terrorífico que practicaría por la compleja sensibilidad mediática.
Forma parte de la serie formada por 24 dibujos (de D4906 a D4929) que representan los pasajes de la vida relajada y el fin de ella. (Texto extractado de Puente, Joaquín de la., Unos Contracaprichos de José Zapata, Boletín del Museo del Prado, 1990, pp. 51-66).