La Sagrada Familia rodeada de santos
Hacia 1630. Óleo sobre tabla, 79,5 x 64 cm. Sala 078Esta obra es una copia reducida de un lienzo de altar para la Iglesia de los Agustinos de Amberes que la archiduquesa Isabel Clara Eugenia le encargó a Rubens en 1628. La virgen, en lo alto de un pedestal y acompañada de San José, presenta a su hijo a una mujer arrodillada ante ella, identificada con Santa Clara. Los santos que completan la escena, en diferentes actitudes y posturas, son los patrones de las diferentes cofradías religiosas presentes en la Iglesia para la que pintada esta obra. Así podemos identificar en el primer plano a San Jorge, pisando al dragón que ha vencido, junto a San Sebastián que lleva las flechas y el arco, símbolos de su martirio. En la parte derecha de la escena, tocado con la mitra y portando el báculo que lo identifican como obispo, aparece San Agustín con un corazón ardiente en la mano. Tanto él como la Virgen dirigen la mirada hacia el espectador, conectando con él, algo que se refuerza con la postura del santo señalando a lo alto del pedestal. Destaca, por la postura exaltada, san Juan Bautista en las escaleras. La composición en dos alturas recuerda a otras obras suyas religiosas como Los milagros de San Francisco Javier, hoy en Kunsthistorisches Museum de Viena (No. 311), pintado para los Jesuistas de Amberes en torno a 1618 o La conversión de San Bavon para la Iglesia de San Bavon de Gante, de 1623.
Estamos ante una escena mística, una “sagrada conversación”, utilizada en el arte italiano. Los personajes están enmarcados por una arquitectura clásica, de la que vemos columnas y pilastras, así como el pedestal decorado sobre el que se asienta la virgen. Las figuras, inspiradas en modelos clásicos como se observa en la figura de San Sebastián, que destaca entre el resto por la luz que recibe al estar semidesnudo, al igual que la arquitectura engrandecen y monumentalizan la escena. Es un ejemplo de la conexión de Rubens con la antigüedad clásica, que veía como reflejo de los valores que debía tener la sociedad, así como la imagen hermosa de algo mejor. El artista siempre buscó la unión entre los dos mundos, religioso y clásico, buscando un enriquecimiento recíproco.
La obra llegó a España de mano de Francisco de Rojas, diplomático al servicio del Cardenal-Infante Don Fernando de Austria, gobernador de los Países Bajos meridionales y hermano del rey Felipe IV. Él estuvo al cargo de la compra de obras en la almoneda de Rubens para el rey. Como agradecimiento los herederos del artista le regalaron esta obra, que posteriormente entró en las colecciones reales, posiblemente a través del Marqués de Carpio. Aparece inventariada en el Escorial desde el siglo XVIII, noticia conocida por la referencia que de ella hicieron Antonio Ponz y Ceán Bermudez.
Información revisda y actualizada por el Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado (abril, 2015)