Paisaje con Santa María de Cervelló
Hacia 1637. Óleo sobre lienzo, 162 x 241 cm. Sala 002La escena está situada en el claro de un frondoso bosque que se abre en el centro hacia la lejanía. En el primer plano figura, fuertemente iluminada, una santa ermitaña con hábito de mercedaria rezando de rodillas ante un crucifijo. El espacio, cerrado a ambos lados por árboles y rocas, se abre por el centro hacia el horizonte de elevadas montañas iluminadas por la suave luz del amanecer. Diseminados por el paisaje hay ciervos, edificaciones y, en el lado izquierdo, una población a la orilla de un río cruzado por un puente. La autoría de la figura ha sido cuestionada, ya que su escala es mayor a la habitual en Lorena. Tradicionalmente se ha aceptado su identificación como santa María de Cervelló (ca. 1230-1290), cofundadora de la rama femenina de la orden Mercedaria, pero no consta que esta santa viviera como ermitaña, sino que estuvo toda su vida en Barcelona consagrada al socorro de los necesitados en prisiones y hospitales. Podría representar a la beata Mariana de Jesús (Madrid, 1565-1624), que se retiró a una pequeña casa en las cercanías del convento de mercedarios junto a la ermita de Santa Bárbara, en Madrid. En 1613 ingresó en la orden de la Merced, pero continuó viviendo en su retiro, quizá por ello se la represente aquí con el cabello suelto y sin cubrir. El pueblo de Madrid sintió desde muy temprano una gran devoción por ella y la llamó santa, aún en vida. Vicente Carducho, pintor de corte, realizó su mascarilla mortuoria y en torno a 1605 pintó el primer cuadro de esta beata (catedral de Almería). Todo ello parece justificar su presencia entre los cuadros de ermitaños del Buen Retiro.
Destaca el protagonismo de la Naturaleza, exuberante, en la que se resguarda la delicada y piadosa figura de la santa, teatralmente iluminada por un foco de luz sobre el fondo oscuro.
Se conservan dibujos preparatorios para este lienzo en el British Museum de Londres y en la Biblioteca Albertina de Viena. Esta obra fue pintada para el Palacio del Buen Retiro del rey Felipe IV (1605-1665) y destinada a la galería de paisajes, siendo compañera de Paisaje con San Onofre (P002256), también en las colecciones del Museo del Prado.
La formidable campaña de adquisiciones de obras de arte organizada por el conde-duque de Olivares en los años cuarenta del siglo XVII para decorar los amplios espacios del palacio del Buen Retiro de Madrid incluía un número muy notable de paisajes. No podemos precisar cuántos de ellos, poco menos de doscientos, fueron comprados en Flandes o en España, ni cuáles procedían de colecciones particulares o de otros Reales Sitios, pero podemos establecer con certeza, gracias a las obras que se conservan en el Museo del Prado y a los documentos localizados hasta la fecha, que el palacio del Buen Retiro se enriqueció con numerosos paisajes pintados para la ocasión por artistas activos en Roma.
Se encargó como mínimo, una serie de veinticuatro paisajes con anacoretas y una decena de paisajes italianizantes, obras de gran formato realizadas por diferentes artistas. Sólo una parte de estas pinturas han llegado hasta nosotros y en la actualidad se conservan principalmente en el Museo del Prado.
Encargadas entre 1633 y 1641 en Roma, estas pinturas de paisaje componían, una vez expuestas en el Buen Retiro, una temprana antología de ese nuevo pintar del natural que, en años venideros, exportaría a gran parte de Europa una nueva sensibilidad hacia los efectos lumínicos y la atmósfera de la campiña romana, lo que representaba uno de los muchos aspectos de la clasicidad (Texto extractado de Posada Kubissa, T.: El paisaje nórdico en el Prado: Rubens, Brueghel, Lorena, Museo Nacional del Prado, 2011, pp. 143-144; Capitelli, G. en Úbeda de los Cobos, A.: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, p. 241).