Moisés salvado de las aguas
1639 - 1640. Óleo sobre lienzo, 209 x 138 cm. Sala 002Ante un amplio paisaje Moisés es encontrado en la ribera del Nilo por la hija del faraón egipcio y su séquito. En el primer plano, un pastor duerme indiferente al acontecimiento que tiene lugar a sus espaldas. El frondoso paisaje, el río caudaloso con un puente y una ciudad a la derecha, en el último plano de la composición, suponen una licencia del artista, que evoca la vegetación original con un único elemento, la palmera situada a la orilla derecha del río.
Se han señalado vagas relaciones entre los elementos arquitectónicos presentes en esta pintura y los alrededores de Roma, como la parte derecha de la ciudad, lejana reminiscencia de la Puerta de San Paolo (Porta Ostiense). Prescindiendo de sus figuras, Lorena copió literalmente esta composición en el paisaje con el Descanso en la Huida a Egipto (1645, The Cleveland Museum of Art; Roethlisberger 1961) y solo parcialmente en el Paisaje con pastores (1641, Castle Howard, colección Howard; Roethlisberger 1961) donde aparecen el mismo puente, el río y algunos árboles, tomados directamente de la pintura del Prado. En opinión de Roethlisberger (1961), Herman van Swanevelt concibió su pintura Paisaje de sol poniente (P2141) imitando la que aquí se trata. Aunque está probada la estrecha relación entre ambos artistas, la pretendida vinculación entre estas pinturas es demasiado genérica como para sospechar una dependencia del artista holandés. Más probable resulta considerar que su similitud esté relacionada con el seguimiento por parte de los dos artistas de las mismas indicaciones procedentes de Madrid, dadas con la intención de crear un conjunto de aspecto unitario.
Esta pintura forma parte de la segunda serie de paisajes verticales encargada por Felipe IV para el palacio madrileño del Buen Retiro. Habitualmente se considera que Lorena concibió sus cuatro pinturas de esta segunda serie agrupadas dos a dos, emparejando ésta con el Entierro de Santa Serapia (P2252), con la que, se supone, guarda similitudes compositivas y narrativas. Sin embargo, son varias las razones que invitan a relacionarla con El Arcángel Rafael y Tobías (P2255). Existe unanimidad en aceptar 1639-40 como fecha para esta y las otras tres pinturas de esta serie, según la propuesta de Roethlisberger (1961). En realidad, el argumento más sólido a favor de esta cronología se deduce de su posición en el Liber Veritatis -cuaderno en el que el propio Claudio de Lorena copió muchas de sus composiciones- el cual, siguiendo a Baldinucci, comenzó precisamente con los encargos para Madrid. La comparación con las obras de otros pintores que participaron en la comisión permite confirmar no solo la cronología, sino también la sucesión histórica de dos series, siendo la primera, correspondiente a los formatos horizontales, anterior en el tiempo. El cuadro aparece reproducido en el Liber Veritatis con inscripción en el reverso: quadro per il Re di Spagna, autógrafa al igual que la siguiente, que aparece con otra tinta: Claudio fecit in V.R.
La formidable campaña de adquisiciones de obras de arte organizada por el conde-duque de Olivares en los años cuarenta del siglo XVII para decorar los amplios espacios del palacio del Buen Retiro de Madrid incluía un número muy notable de paisajes. No podemos precisar cuántos de ellos, poco menos de doscientos, fueron comprados en Flandes o en España, ni cuáles procedían de colecciones particulares o de otros Reales Sitios, pero podemos establecer con certeza, gracias a las obras que se conservan en el Museo del Prado y a los documentos localizados hasta la fecha, que el palacio del Buen Retiro se enriqueció con numerosos paisajes pintados para la ocasión por artistas activos en Roma.
Se encargó como mínimo, una serie de veinticuatro paisajes con anacoretas y una decena de paisajes italianizantes, obras de gran formato realizadas por diferentes artistas. Sólo una parte de estas pinturas han llegado hasta nosotros y en la actualidad se conservan principalmente en el Museo del Prado.
Encargadas entre 1633 y 1641 en Roma, estas pinturas de paisaje componían, una vez expuestas en el Buen Retiro, una temprana antología de ese nuevo pintar del natural que, en años venideros, exportaría a gran parte de Europa una nueva sensibilidad hacia los efectos lumínicos y la atmósfera de la campiña romana, lo que representaba uno de los muchos aspectos de la clasicidad (Texto extractado de Úbeda de los Cobos, A.: Roma: Naturaleza e ideal. Paisajes 1600-1650, Museo Nacional del Prado, 2011, p. 193; Capitelli, G. en Úbeda de los Cobos, A.: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, p. 241).