San Antonio Abad y San Pablo, primer ermitaño
1826 - 1829. Aguatinta litográfica, Litografía a lápiz, Raspador sobre papel avitelado, 603 x 465 mmNo expuesto
La estampa está encuadernada en un álbum sobre obras de Velázquez del coleccionista Pennant (G02277). Es una litografía de Pharamond Blanchard que reproduce el lienzo del mismo título de Velázquez conservado en el Museo Nacional del Prado (P01169). Se incluía en el volumen I de la serie editada por el Real Establecimiento Litográfico, dirigida por José de Madrazo, Colección litográfica de cuadros del rey de España el señor don Fernando VII, Madrid, 1829-1832. Es la estampa XXXVIII con un texto explicativo de Juan Agustín Ceán Bermúdez. En relación con las inscripciones se emplean diferentes abreviaturas, los títulos y las firmas están escritas con caligrafías distintas.
El asunto está tomado de La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine (siglo XIII), donde se narra el viaje de san Antonio Abad para visitar a san Pablo, el primer ermitaño cristiano (siglo IV), en el desierto de Egipto. San Antonio aparece cinco veces en el cuadro: a lo lejos se le ve preguntando el camino a un centauro y también en conversación con un sátiro. Por una oquedad de la peña le vemos llamar a la puerta del santo anacoreta. En el primer término conversan los dos, y Antonio manifiesta su sorpresa a la visita del cuervo que cada día trae a san Pablo su ración de pan. El último episodio de la historia se muestra a la izquierda, donde Antonio ha vuelto al enterarse de la muerte de Pablo y encuentra a dos leones cavándole la tumba (Finaldi, G. en: Fábulas de Velázquez. Mitología e Historia Sagrada en el Siglo de Oro, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 323-324).
Uno de los grandes objetivos de la España ilustrada durante la segunda mitad del siglo XVIII, fue la reproducción, a través de estampas, de las pinturas de las colecciones reales. Los primeros proyectos estuvieron protagonizados por Francisco de Goya, quien reprodujo algunas pinturas de Velázquez en 1778, o por Juan Barcelón y Nicolás Barsanti, que reprodujeron Los trabajos de Hércules pintados al fresco por Luca Giordano entre 1777 y 1785.
El 16 de noviembre de 1789, Carlos IV autorizó la creación de la Compañía para el grabado de los cuadros de los Reales Palacios con el objetivo de dar a conocer la riqueza de las colecciones reales y equiparase a otros países europeos. Esta empresa privada contó con la protección real y estaba formada por diversos socios procedentes de la nobleza madrileña, como el duque de Osuna y José Nicolás de Azara, quienes contactaron con grabadores franceses e italianos para llevar a cabo esta labor. En estos primeros momentos, la dirección artística estuvo a cargo de Manuel Salvador Carmona y de Francisco Bayeu, para el grabado y el dibujo, respectivamente. Según el Plan de la subscripcion á la coleccion..., las estampas se publicaron por entregas de seis ejemplares, a partir de febrero de 1794. El precio a los suscriptores fue de 288 reales cada entrega, y a los no suscriptores, de 360 reales. Además, de cada lámina se tiraron "100 estampas sin letra", cuyo precio fue el doble del de las otras (Continuación del Memorial Literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid. Tomo I, [agosto], Imprenta Real, 1793, pp. 257-63).
Las escasas ventas y el aumento de los gastos hizo que la situación económica de la Compañía fuese empeorando, siendo necesario un incremento de la ayuda privada. La mala calidad de los dibujos y la temática religiosa que predominaba en la colección, tal y como argumentó Azara, así como las carencias en el aspecto formal -la ausencia de orden, clasificación, o los tamaños dispares-, dificultaron que las estampas pudieran encuadernarse o que fueran empleadas en la decoración de gabinetes, lo cual llevó a la ruina a este proyecto, que duró escasos diez años. En 1800 se le propuso al rey que la Real Calcografía sufragara los gastos, y en 1812 se depositaron en la Imprenta Real las láminas y enseres varios. Finalmente, en 1818, las láminas ingresaron en dicha institución (Vega, J., Museo del Prado. Catálogo de estampas, Museo del Prado, 1992, pp. 222-223).
De un total de 95 dibujos preparatorios encargados para la colección se grabaron 74 láminas de cobre. De estas, 50 ingresaron en Calcografía: las 24 que ya había publicado la Compañía, y 26 más. Las 24 restantes, que habían sido grabadas, no fueron entregadas por los grabadores a la Compañía (Carrete, J., El grabado calcográfico en la España Ilustrada, 1978, pp. 28-31).