San Antonio de Padua
Segunda mitad del siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 159 x 90 cm. Depósito en otra instituciónVestido con el típico sayal de los franciscanos, sujeto por el rústico cordón con los tres nudos significativos de los votos de pobreza, castidad y obediencia. De San Antonio conocemos, a través de los escritos de San Bernardino de Siena, que era de aspecto corpulento y bajo de estatura, pero la iconografía habitual prefirió dulcificar su fisonomía e insistir en la amabilidad o gallardía de su persona. De ahí que la escena más frecuente sea aquella ocurrida durante un viaje a Francia, cuando estando en una habitación, se le aparece la Virgen para hacerle entrega de su Hijo Niño. El tratamiento de la figura participa de la monumentalidad escultórica propia de las creaciones de Coello y el suave tratamiento del hábito, de ampulosos y pesados pliegues, que le sirve a Coello para expresar su sentido volumétrico y su concepto espacial están aquí presentes, al igual que su gusto por colocar sobre peldaños o banzos las figuras para concederles un sentido de mayor dignidad y aplomo e insistir en efectos de perspectiva. La similitud de las dimensiones de San Antonio y de San Francisco de Asís (P3526) y la confrontación de sus actitudes obligan a pensar que ambas obras se hallaban emparejadas en un desconocido conjunto, como pudiera ser algún retablo de un convento franciscano en el que estos lienzos formasen sus calles laterales. La biografía de los santos quizá permita pensar que la caja central del citado retablo estuviese presidida por una escultura mariana (Texto extractado de Urrea, J.: Pintores del reinado de Carlos II, 1996, pp. 54-56).