Cabeza de apóstol
1619 - 1620. Óleo sobre lienzo, 38 x 29 cm. Depósito en otra instituciónDesde que se incorporó a la bibliografía de Velázquez se pensó que la Cabeza de apóstol es un fragmento de un cuadro mayor que formó parte de un apostolado al que también pertenecerían el apóstol Santo Tomás del Museo de Orleans y el San Pablo de Barcelona, cuyos estilos invitan a fecharlos en 1619-20, durante los primeros años de la carrera del artista. Aunque se ha barajado la posibilidad de que sean algunas de las pinturas de apóstoles que vio Antonio Ponz en la cartuja de Sevilla, donde se tenían por obra de Velázquez, no hay ningún argumento sólido (como ha indicado Milicua) que permita identificar los cuadros actuales con aquellos. Lo único seguro que se sabe en cuanto a la procedencia de estas obras es que la Cabeza de apóstol se encontraba en 1914 en la colección Casa-Torres; que el San Pablo fue de la colección de don Pedro Gil, en Barcelona; y que el Santo Tomás ingresó en el Museo de Orleans en 1835.
Las relaciones entre la Cabeza de apóstol y San Pablo son múltiples. El tamaño de la primera es muy similar al de la segunda, y la tipología es muy parecida. Ambas tienen como precedente una estampa de Werner van den Valckert y coinciden en sus rasgos esenciales: miran hacia un lado y están representados como ancianos con la frente amplia y despejada, el cabello largo y revuelto y la barba abundante y canosa. Los rasgos del rostro son parecidos y están ejecutados de manera similar. La piel, muy curtida, está surcada en ambos casos por pronunciadas arrugas que delatan la edad del modelo; e igualmente expresivos son la ancha frente, la nariz, muy neta, que organiza el rostro, o los ojos hundidos y llenos de energía. La frente de san Pablo es más angulosa que la de la Cabeza de apóstol, y en general esta última es más redondeada que aquélla, que resulta también más ancha. Estas variaciones son suficientes como para que ambos personajes pudieran integrarse en una misma serie, sin caer en la repetición.
También hay coincidencias en la indumentaria. Bajo la cabeza que comentamos aquí se aprecia un juego de pliegues que corresponde a un manto cruzado (no abierto, como en San Pablo) bajo el que asoma ligeramente la túnica, de un color más claro.
El argumento más importante que apoya la atribución a Velázquez de la Cabeza de apóstol es su notable calidad y las relaciones estilísticas con otras obras del pintor. Es una pintura de ejecución muy segura, en la que con una gran economía de tonos cromáticos su autor ha conseguido transmitir muy eficazmente una sensación de vida y energía; tanta que, a pesar de que está basada en una estampa, da la impresión de reflejar un modelo vivo. El modelado del cabello y las barbas es similar a otras obras tempranas de Velázquez; y así, la manera como entremezcla cabellos canosos recuerda no sólo al San Pablo, sino también al anciano del Aguador o al retrato de Francisco Pacheco (P1209). Con este último comparte también la posición de la cabeza, ligeramente girada, y la forma como la luz modela el rostro, mediante un juego muy preciso de claros y oscuros que va definiendo la topografía de la piel. En la construcción del volumen de la figura colabora también la sutil variación luminosa que se aprecia al fondo, y que sirve para situar la cabeza en el espacio (Texto extractado de Portús, J. en: Fábulas de Velázquez. Mitología e Historia Sagrada en el Siglo de Oro, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 307-308).