Con animales pasan su vida
1824 - 1828. Lápiz negro, Lápiz litográfico sobre papel verjurado, agrisado, 192 x 148 mmNo expuesto
El dibujo forma parte del Cuaderno de Burdeos I o Cuaderno G, el primero de los dos cuadernos ejecutados por Goya en Burdeos, entre 1824 y 1828. Lleva una lacónica y sarcástica inscripción de mano del artista en la parte baja, explicando el significado de la composición: "Con animales pasan su vida". El contraste entre la neutralidad aparente de la frase y la despiadada imagen que subraya pone de manifiesto el juicio implacable de Goya, hasta un punto que va más allá del humor y entra en el análisis psicológico de sus personajes.
El dibujo tiene arrepentimientos que indican el proceso creativo de Goya, que ha cambiado por ejemplo las patas del gato, que antes apoyaban las cuatro sobre la pierna de su dueño, mientras que ahora las delanteras están ya en el aire, indicando que el animal está a punto de saltar. También había pensado en una posición diferente para el brazo derecho del hombre, doblado como si hubiera querido acariciar al animal. La escena muestra a este hombre corpulento y zafio, cuya deteriorada vestimenta indica mejores tiempos, pero revela su miseria actual. Ríe sentado en un banco, mientras sostiene al pequeño gato en su regazo, al que tiene atado a una argolla. Le indica con su mano derecha al otro animal de perfil que está en primer término. Este último es reconocible como tal por el perfil, característico de un mono, aunque la cofia disimula sus orejas y el amplio mantón y las faldas con que lo ha disfrazado su dueño, como solían hacer los domadores de animales, solo dejan ver una de sus patas saliendo por debajo de las telas. Chilla ante la presencia del gato erizado y asustado, mientras el loro garre y bailotea también con excitación.
El loro, capaz de imitar el habla humana, simboliza en otras obras de Goya el parloteo vacío y estúpido de las personas sin inteligencia, que no saben lo que dicen. Así, aparece utilizado en el Capricho 53, titulado Qué pico de oro, en que un predicador, con forma de loro, habla desde el púlpito de una iglesia a los fieles ignorantes y bestiales reunidos para escucharle. El gato, animal de la noche, fue asimismo utilizado por Goya en los Caprichos en composiciones relacionadas con las brujas, a las que se creía acompañadas de estos animales odiados en la cultura europea desde la Edad Media que, por sus hábitos nocturnos, eran símbolos del demonio o metáfora frecuente de la maldad. El gato había aparecido con anterioridad en otras obras de Goya, como en el temprano Cuaderno italiano (1771), en uno de cuyos primeros dibujos, seguramente realizado durante su estancia en Roma, aparece una solemne y misteriosa Figura togada acompañada de un gato erizado. Así los representa también, enfrentados y a punto de arañarse, en el cartón de tapiz de la Riña de gatos (Museo del Prado). El mono aparece asimismo en los Caprichos, como en Brabisimo remedando, como era tradicional en el arte y la literatura, las acciones humanas.
Tanto el gato como el loro son animales de compañía por excelencia, pero la utilización que hace Goya de ellos en esta imagen va unida a la soledad y a la pobreza de su protagonista, al que presenta como un domador de animales, su medio de vida. La amarga frase de Goya no es solo una reflexión sobre la situación del protagonista, de su soledad y del retiro al que la edad le ha destinado, sino sobre todo una alusión a su malignidad y su estupidez, que hace llevar al hombre una vida improductiva, en compañía de los animales a los que adiestra y que, a su vez, representan sus valores morales, en este caso, perversos.
Goya: luces y sombras. Obras maestras del Museo del Prado, Tokyo, The Yomiuri Shimbun, 2011, p.276-277