Danza de personajes mitológicos y aldeanos
1630 - 1635. Óleo sobre tabla, 73 x 106 cmSala 078
Un grupo de personajes bailan al son de la flauta que toca un hombre subido a un roble y de los cascabeles que algunos bailarines se han colocado en las pantorrillas. La escena evoca las danzas que forman parte de la historia y los mitos de la antigua Grecia, y de la tradición que les dio continuidad -el libro Hypnerotomachia Poliphili incluye una descripción y una imagen de una danza similar. El cuadro evoca asimismo el mundo de la lírica y el drama pastoril inspirados en los Idilios de Teócrito. En esa tradición, y en la interpretación que Rubens hace de ella en numerosas pinturas, la naturaleza es considerada como un lugar ideal de plenitud y de fantasías eróticas masculinas. El manejo del pincel, cargado de tonos pardos, verdes y azules, anima la escena. El soporte de madera da expresividad a las texturas que forman los pliegues de las telas y los adornos en la cabeza de los personajes, así como las zonas donde la luz impacta sobre los árboles. Al fondo vemos el edificio de una granja con una combinación palladiana de arco y dintel que parece situar la escena en el Véneto durante el Renacimiento. Rubens promovió este estilo de la arquitectura italiana del siglo XVI, como atestiguan sus diseños para su propia casa palaciega y su jardín en Amberes.
Las figuras mueven brazos y piernas y contorsionan sus cuerpos como reflejo de las pasiones, expresadas mediante la danza en la literatura griega. Dos perros situados en los extremos del cuadro refuerzan el movimiento circular, y las telas ondulantes contribuyen igualmente a la sensación de movimiento. Muchas de las figuras parecen concentrarse en la mecánica de la complicada danza mientras tratan de no soltarse de las manos de las demás. En el centro en primer plano, una de las mujeres parece molesta por la proximidad entre otra mujer con un pecho desnudo y un hombre barbudo que lleva una guirnalda de hiedra; la actitud lasciva del hombre resulta intimidante. A la derecha otra pareja se prepara para besarse. Dioniso, vestido con su piel de tigre y coronado con una guirnalda, mira hacia atrás, aparentemente satisfecho con lo que ve.
Solo el joven Dioniso muestra atributos que permiten identificarlo; la exótica piel de tigre alude a sus hazañas en Oriente. En las Dionisíacas, el poema épico de Nono de Panópolis, abundan las referencias a este animal. Allí también se menciona una danza que formaba parte de una celebración de la conquista de la India por Dioniso: "Los soldados de infantería de Bromio danzaron a la par con sus escudos, y empujaban tumultuosamente los círculos armados de la danza en redondo, imitando el paso de los coribantes, portadores de escudos". No se pretende sugerir que el cuadro de Rubens represente la danza de esa descripción, pero nos sirve para recordar la frecuente presencia de bailes similares en los textos clásicos griegos.
Aparte de Dioniso, la identidad de las demás figuras de la pintura resulta ambigua. Se trata probablemente de personajes genéricos inspirados en textos clásicos. El flautista asume el papel de Pan, el dios pastor de fuertes instintos sexuales, aunque aquí carece de sus característicos rasgos animales. Los otros bailarines recuerdan a los sátiros que suelen acompañar a Dioniso, pero tampoco ellos presentan rasgos animales. Sileno también solía formar parte de la corte de este, y es posible que el gran hombre barbudo que aparece entre las dos mujeres vestidas de azul en primer plano se inspire en él.
Algunas mujeres llevan elegantes ropas y sandalias, otras van descalzas y parecen más bien aldeanas. En realidad, ninguna de las figuras femeninas que aparecen en la escena viste al modo de las mujeres de clase alta o campesina de la época de Rubens (como puede verse en sus propias pinturas o en las de Jan Brueghel, David Teniers y otros artistas flamencos coetáneos). Los cuellos, pechos y hombros se muestran aquí más abiertamente de lo que se hubiera considerado aceptable en la sociedad de la época, y el cabello descubierto y los pies descalzos también evocan un momento y un lugar diferentes. A lo que más se parecen estas mujeres danzantes es a las numerosas figuras alegóricas y mitológicas pintadas por Rubens a lo largo de su vida. También recuerdan a algunas de las bacantes y ninfas que pintó Tiziano en sus Bacanales, siguiendo las descripciones de Filóstrato el Viejo: bailar era una actividad favorita de esas criaturas, que tomaban la forma de hermosas mujeres (Vergara, Alejandro en Pasiones Mitológicas, Museo Nacional del Prado, 2021, pp. 110-113).