El Jardín Botánico desde el Paseo del Prado
Hacia 1790. Óleo sobre tabla, 58 x 88 cmSala B
Se trata de una obra de extraordinaria importancia tanto por su calidad intrínseca como por ofrecer la oportunidad de contemplar el método que empleaba el artista para componer y construir sus cuadros, además de comprobarse lo que dijo Ceán Bermúdez sobre la inclinación que tuvo Paret por pintar figuras de pequeño tamaño y lo admiradas que eran sus vistas, bambochadas y países.
Es lógico pensar a la hora de establecer un intento de cronología que, como Paret regresó después de su exilio a la Corte en 1787, la ejecución de esta pintura correspondería a una fecha posterior, ya que la minuciosidad de lo descrito por el artista obliga a imaginar que estuvo allí personalmente contemplando la escena y no la pintó recurriendo a su memoria. Incluso por su manera de estar realizada podría ser más tardía, habiéndose apuntado la posibilidad de que la enfermedad que le produjo la muerte le sorprendería cuando se hallaba trabajando en ella y éste habría sido el motivo de no concluirla. De todas formas es preciso recordar que en agosto de 1792 recibió la orden de pintar vistas de Madrid, sitios reales, regocijos y funciones públicas.
No sabemos exactamente el acontecimiento que representa, pero dado el trajín de carrozas y personajes lujosamente ataviados podría pensarse en algún acto social que tuviera por escenario el no hacía mucho tiempo inaugurado Jardín Botánico madrileño. Tampoco se puede identificar a ningún personaje concreto, ya que no existe caracterización en sus rostros, pero creemos que lo pintado por Paret no fuese exclusivamente un encuentro casual de carruajes y paseantes delante de la puerta de ingreso al Botánico, que había sido construida en 1781 por Juan de Villanueva. Más bien parece un encuentro de personajes a la entrada o salida de un espectáculo celebrado en un día caluroso de verano, cuyo ambiente atmosférico ha sido perfectamente captado por el artista. Las figuras presentes en la escena forman diferentes grupos, concebidos rítmicamente, pero existe una sensación de quietud, de tranquilidad que se refuerza con la verticalidad de las formas arquitectónicas del cerramiento del Jardín Botánico y de los copudos árboles con los que consigue un efecto de sereno clasicismo. Su dibujo es perfecto y los personajillos constituyen una excelente galería de miniaturas, en donde no falta ninguno de los tipos más característicos de la época.
En su pintura titulada La Puerta del Sol (1773, Museo de la Habana), Paret representó también numerosas carrozas y hasta alguna silla de manos y lo mismo hizo en su lienzo de Las parejas Reales (1770, Madrid, Museo del Prado), mostrando su interés por estos vehículos -tan numerosos y denostados en aquellos años- que en alguna ocasión él mismo decoró con sus pinturas (h. 1775, Silla de manos, Madrid. Museo Arqueológico).
Esta composición de Paret tuvo, al parecer, gran éxito, pues de ella existen, por lo menos, seis copias de muy distinto interés siendo quizás, pues nunca se han contemplado juntas, las de mayor calidad las que pertenecieron a la colección del marqués de la Torrecilla y a C. García Luz; de las restantes una fue citada por Manuel Cluet, otra la conoció J. A. Gaya Nuño, otra perteneció a la Sra. Andreu de Klein y la última se conserva en el Museo Lázaro Galdiano. No sería arriesgado pensar que exista otro original de Paret, completamente concluido, del que procedan las diferentes versiones, a menos que sus copistas tuvieran acceso a los dibujos preparatorios que hubo de realizar el artista cuando preparó su composición.
La pintura del Prado procede de la antigua colección del marqués de Salamanca y fue vendida en 1912 a un coleccionista inglés. Con posterioridad pasó por el mercado anticuario de Madrid y en 1927 la adquirió para su colección el conde de Arteche.
Museo Nacional del Prado, Un mecenas póstumo: el legado Villaescusa, Madrid, Museo del Prado, 1993, p.86-88