Encuentro de San Juan de Mata y San Félix de Valois
1634 - 1635. Óleo sobre lienzo, 238 x 199 cmDepósito en otra institución
Se trata de una obra notable de Vicente Carducho, perteneciente a la serie de los santos fundadores de la Orden Trinitaria, San Juan de Mata y San Félix de Valois. Esta serie, una de las últimas obras del pintor, ocupa, como ya señaló Lefort, un lugar aparte en su obra, siendo los lienzos más conscientemente estudiados de cuantos haya producido.
Se presentan en él dos episodios de la piadosa leyenda de los santos fundadores, tal como los relata la crónica de Pedro López de Altuna, de 1637. En el capítulo XXVI, Como San Juan de Mata por inspiración divina fue en busca de San Félix Valesio Anacoreta y de lo que pasó entre los dos, el texto describe cómo el ermitaño San Félix, que ya ha tenido la revelación del Señor de que otro ermitaño de muy santa y señalada vida por su orden iba en busca de su conversación oyó ruido, y saliendo a reconocer quien era, vio al bendito Juan de Mata y postrándose a sus pies [...] le dijo "Padre santísimo, dime que razón tuviste de venir a ver un pecador como yo". Y para informarse despacio después de haber estado algún tiempo en la celdilla, sentados en un pradillo, dijo el santo Juan la causa de su venida. En el capítulo XXVII, Consoló Dios a sus sierros con la venida de un ciervo blanco que traía entre los cuernos una Cruz de colores carmesí y celeste: y como determinaron passar a Roma a suplicar al Pontífice les diese forma de vida, se lee: Cerca de las celdillas donde habitaban los santos, estaba una fuente clara poblada de mil cristales de agua. Estando los dos un día por el tiempo del Estio gozando de su corriente y ruido con sacras conversaciones: llegó a la fuente a las siete de la tarde por muchas veces y días un ciervo blanco a refrigerar su sed y templar los ardores del demasiado calor y vieron los hermitaños que traía entre los cuernos una cruz de los colores carmesí y celeste y que brincando y saltando quería regocijar la vista de los anacoretas... hasta que amonestados de Dios por un Ángel que les visitó tres veces, y les dixo fuesen a Roma y suplicasen al Pontífice, declarándoles todas las misericordias de Dios, que a manos abiertas había usado: con ellos, les diese Regla y nueva forma de vida.
Al modo usual en los restantes lienzos de la serie, se muestran los distintos episodios en planos sucesivos, inmersos en esta ocasión en un bello paisaje. La ordenación de la escena del segundo término, con la aparición del ángel y el ciervo a los dos santos, sentados ante un gran muro de roca, a cuya izquierda se extiende, en profundidad, un paisaje claro, con los términos movidos en un sutil zig-zag, obliga a traer a la memoria el famoso lienzo de Velázquez, San Antonio Abad y San Pablo Ermitaño, P1169 (Texto extractado de Pérez Sánchez, A. E.: "Un lienzo de Vicente Carducho, identificado", Boletín del Museo del Prado, Tomo I, número 3, 1980, pp. 159-162).