La Fortuna
Mediados del siglo XVIII. Lápiz sobre papel, 480 x 337 mmNo expuesto
La escultura aquí figurada es la Fortuna (E000020) del Museo del Prado y, como en el caso de la obra anterior, podemos aún hoy suscribir la frase que le dedicaba Barrón a principios de nuestro siglo: “Ajello la trae dibujada y en el estado de conservación en que hoy se encuentra”. Tan solo una sombra de duda podría levantar una cabellera algo más esponjosa en el dibujo que en la estatua, pero lo más lógico es pensar que no hallemos ante una mínima licencia estilística del dibujante, y la existencia en La Granja de un vaciado que muestra la estatua tal como hoy se encuentra es un argumento más en este sentido. El estilo de la cabeza no es, por lo demás, la única licencia del artista, pues éste ha prescindido de los puntales que unen el brazo y el timón al cuerpo de la figura.
Poco podemos hacer, por tanto, sino señalar que se trata de una curiosa personificación que toma como base el modelo de la Artemis de Dresde, obra del siglo IV a. C. a menudo atribuida a Praxíteles, y le cambia los atributos. En cuanto a la historia de la pieza y de su identificación, es muy sencilla en líneas generales, y semejante también a la de la pieza anterior. Adquirida por Cristina de Suecia, quien ordenaría restaurarla y colocarla en la “quarta stanza” de su galería de estatuas en el Palacio Riario, aun sin darle nombre, pasó después a Livio Odescalchi.
En el embarque hacia España no era aún conocida como “Fortuna”, siendo por tanto Ajello, el primero que así la identificó, descubriendo la iconografía correcta. Ponz se equivoca al mencionarla en la “pieza octava” de La Granja como obra moderna “de mediano mérito” que representa a la Abundancia, y aparece en los inventarios realizados a la muerte de Carlos III, mostrando que al menos su autor había reconocido un timón en el objeto que lleva la figura en su diestra. Ya en el Museo del Prado, es dudosa su identificación en el inventario de 1834, pero sabemos que en el de 1849-1857 se impone de nuevo, y ya de forma definitiva, el nombre de “Fortuna”.
El dibujo forma parte del conocido como Cuaderno de Ajello formado por un conjunto de cincuenta y nueve hojas sueltas, con dibujos a lápiz, destinadas a servir de modelo para la realización de una serie de grabados, que debían ilustrar un catálogo descriptivo de las esculturas reunidas por Felipe V y su esposa, Isabel Farnesio, en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso.
Elvira Barba, Miguel Ángel, El Cuaderno de Ajello y las esculturas del Museo del Prado, Madrid, Museo del Prado, 1998, p.122-123