Las tres Gracias
1630 - 1635. Óleo sobre tabla de madera de roble, 220,5 x 182 cmSala 029
Las tres diosas se abrazan entre sí formando un círculo, como lo hacen en algunas esculturas antiguas y en cuadros renacentistas. La posición de los pies sugiere que las mujeres bailan suavemente. El paisaje se extiende hacia un lejano fondo azul, desde donde una luz intensa se filtra a través de los árboles. Las figuras se iluminan desde un lugar diferente, el que ocupamos nosotros. Rubens no busca ser realista sino animar las figuras, así como el paisaje, con su propia luz. Un riachuelo mana de la fuente, coronada por un niño que sujeta el cuerno de la abundancia. Unas pequeñas pinceladas sobre su espalda sugieren la presencia de un ala, lo que le identificaría con Cupido, a quien se asociaba a menudo con un amor problemático. En este caso, por el contrario, encarna una noción positiva: el agua que mana de su fuente es una bendición para el mundo. De la cornucopia y de la rama de un árbol cuelga una guirnalda de rosas blancas y rojas en plena floración. Replican el esplendor de las Gracias, del mismo modo que las formas de la fuente replican sus cuerpos.
Las tres Gracias es un cuadro muy personal: Rubens debió pintarlo para sí mismo, como demuestran el hecho de que formara parte de su colección en el momento de su muerte y que no exista un boceto preparatorio (Rubens solía hacer pequeños bocetos para mostrar sus ideas a sus clientes o a sus ayudantes, pero no cuando pintaba para él). La mujer de la izquierda se parece a los retratos de su segunda esposa, Helena Fourment. Las otras dos figuras la miran y parecen darle la bienvenida. Si continuamos este relato, la primera podría ser la dueña de las ropas que cuelgan del árbol -ropas de una sola persona, que son contemporáneas de Rubens y no antiguas, como correspondería a las diosas. Es habitual para Rubens acercar los mitos antiguos a su propia vida (otro ejemplo de ello es su Jardín del amor).
Es tentador pensar que Rubens transformó el mito de las tres Gracias en una escena en la que su esposa es recibida por las otras dos Gracias, convirtiéndose así en la tercera. El pintor se casó con Helena en diciembre de 1630, cuando ella contaba con apenas dieciséis años y él cincuenta y tres. Desde entonces proyectó sobre ella una mirada plena de amor, a juzgar por numerosos cuadros que pintó a partir de ese momento. Aunque Las tres Gracias se suele datar algo después de la boda, lo cierto es que desconocemos su fecha exacta. Las Gracias están presentes con frecuencia en los epitalamios, canciones o discursos pronunciados durante las ceremonias nupciales en la antigua Grecia y en Roma, en los que el amor y la fertilidad jugaban un papel fundamental. Claudiano, por ejemplo, en su Epitalamio en honor de Honorio y María, escribió: "Tú, Himeneo, elige las festivas antorchas; vosotras, Gracias, las flores".
Sea como fuere, el cuadro nos ofrece la metáfora (el regalo, podríamos decir) de una concepción generosa de la vida y del mundo personificada en el cuerpo femenino. En las fuentes mitológicas, comenzando con la Teogonía de Hesíodo, las Gracias acompañan frecuentemente a Venus, añadiendo al amor y la fertilidad que ella representa un componente de encanto, placer y alegría.
En la mayoría de las fuentes mitológicas se afirma que las Gracias eran hijas de Zeus y Hera, y que se llamaban Aglaya, Eufrósine y Talía, o "Belleza", "Júbilo" y "Abundancia" (aunque Séneca ya advirtió en su Tratado de los beneficios que "cada uno arrastra y violenta la interpretación de estos nombres a su propio dictamen"). Las Gracias también se asociaron con la generosidad y la gratitud. Aristóteles afirma en su Ética nicomáquea que las buenas acciones deben ser retribuidas en especie: "Es por ello por lo que los hombres conceden un lugar destacado al santuario de las Gracias, para que haya retribución, porque esto es propio de la gratitud". Sabemos que siglos antes se emplazaron estatuas de las Gracias cerca de algunos manantiales en agradecimiento a la naturaleza. Probablemente hay un reflejo de esta práctica en la actualidad tanto en el idioma español como en el italiano, donde las palabras gracias y grazie se utilizan para expresar gratitud por algo recibido (como ya sucedía con la locución "gratias agere", "agradecer" o "dar gracias", utilizada en la Vulgata del siglo IV, por ejemplo en Mateo 15, 36). "Gracias" es lo que Rubens le dice al mundo y a la vida con esta pintura (Vergara, Alejandro en Pasiones Mitológicas, Museo Nacional del Prado, 2021, pp. 168-170).