No quieren
1810 - 1814. Aguafuerte, Aguatinta, Buril, Punta seca sobre papel, papel avitelado, ahuesado, 156 x 209 mmNo expuesto
El papel asignado por Goya a la mujer en los Desastres es esencial para entender el sentido que quiso dar a la serie. En el ejemplar completo encuadernado que regaló a su amigo Juan Agustín Ceán Bermúdez y que hoy se conserva en el Bristish Museum, escribió en su portada un elocuente título que comenzaba con la frase «Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España». Y qué duda cabe de que los abusos y las violaciones sobre las mujeres fueron una de las consecuencias más habituales y dramáticas de la guerra. Prueba de ello es la representación de estos sucesos en varias estampas de la serie que ofrecen una visión múltiple de los sufrimientos de la mujer a manos de los soldados invasores. Esta estampa, de la que no se conoce dibujo preparatorio, muestra una escena en la que la violencia está presente a través de los gestos y actitudes de todos sus protagonistas, de modo que las víctimas se convierten en verdugos y viceversa. Como es habitual en Goya, destaca los aspectos esenciales de la composición mediante la utilización del blanco del papel, con el que ilumina figuras o elementos iconográficos de elevado valor simbólico. En este caso destaca el cuerpo de la joven que va a ser forzada por el soldado francés, que en contraste está elaborado en tonos oscuros mediante numerosas líneas de aguafuerte. Solo dos elementos más resaltan por su iluminación sobre un sombrío fondo elaborado con aguatinta: la mano con el puñal que esgrime la vieja y el murete que delimita el hueco de la noria de agua al fondo. La pareja de protagonistas se disponen de forma perfectamente opuesta; mientras que la joven oculta su rostro en su brazo izquierdo, en gesto de vergüenza y rabia, con la derecha clava sus uñas en la visible y furibunda cara del violador, que a su vez estrecha el cuerpo de la mujer con sus brazos de forma violenta, como denota su apretada mano sobre las faldas, dejando insinuar las nalgas tras el vestido. Pero el enfrentamiento desigual entre la mujer y su violador tiene su segundo episodio en lo que ha de venir; la muerte del soldado a manos de la vieja que se dispone a apuñarlo por la espalda, en un gesto de odio profundo subrayado por el puño izquierdo también fuertemente apretado. Queda por aclarar el papel de la noria, que desde nuestra visión desempeña dos funciones de notable importancia. La primera escenográfica, que permite situar la acción en un ámbito rural, donde la población se podía sentir menos protegida frente a los abusos. La segunda simbólica, pues la violencia es como una noria, que gira sin parar. Como apuntó Vega, hay numerosas referencias literarias contemporáneas sobre la violación de las mujeres durante los saqueos de los pueblos y ciudades españolas a cargo de los soldados franceses, cuyo contenido sintoniza con lo mostrado en la estampa. Pero si es posible interpretar la estampa en función de la realidad, el aspecto icónico no es menos importante, pues en la escena están presentes personajes que ya habían aparecido en los Caprichos: la joven prostituta, la vieja celestina y el hombre lascivo. Lo que en los Caprichos era una sátira de las costumbres, del dominio del comportamiento humano por los impulsos irracionales, se convierte en esta estampa en una trágica muestra de las violentas consecuencias de la irracionalidad del ser humano. Goya ha recorrido el camino que comenzó como una mera satisfacción de los impulsos irrefrenables de los hombres hasta convertirse en una tragedia en la que los deseos desencadenan el final de la vida. (Texto extractado de: Matilla, J.M.: No Quiren, en: Matilla, J.M. y Mena, M.B.: Goya: Luces y Sombras, Barcelona, 2012, pág.208)