Por una nabaja
1810 - 1814. Aguafuerte, Bruñidor, Buril, Punta seca sobre papel avitelado, ahuesado, 157 x 208 mmNo expuesto
Entre las causas por las que un hombre podía ser ejecutado durante la guerra, una de las más frecuentes era ser portador de armas blancas. A comienzos de siglo las navajas constituían un objeto indispensable de la vida cotidiana, por lo que su posesión era tan frecuente que prácticamente no había hombre de las clases populares que no llevara una en la cintura. Por ello resultaba desproporcionado que, entre los decretos de represión emanados por las autoridades francesas, el uso de navajas constituyera causa de pena de muerte, aun cuando sus portadores no hubiesen sido sorprendidos en acciones violentas contra las tropas invasoras. La crítica de Goya a estas disposiciones parece ser el motivo principal de esta estampa que tiene su continuación en la siguiente titulada No se puede saber por que.
Los condenados, concebidos como ejemplo de los abusos de la autoridad, son un tema recurrente en su obra. Ya se trate de condenados por la Inquisición o por las autoridades civiles, desde finales de la década de 1770 en que grabó al aguafuerte El agarrotado, y continuando por los Caprichos, el Álbum C y por los prisioneros que acompañan el ejemplar de los Desastres de Ceán, es posible advertir el interés que despertó en Goya este tema como medio para expresar también el terror y la soledad que acompañan al hombre ante la condena.
La relación formal de esta estampa con El agarrotado es evidente, si bien Goya da un nuevo golpe de tuerca incrementando el sentido dramático a través de una serie de recursos compositivos, propios del artista en estos años. Pese a que son dos condenados los protagonistas de la escena, el sentido de soledad aparece reforzado en el Desastre al haber aislado la figura en el patíbulo, grabándola con intensas líneas de aguafuerte mientras que el espacio a su alrededor permanece casi completamente en blanco, a excepción del público que, desde un nivel más bajo, contempla la ejecución. Las multitudes, que estarán muy presentes en las estampas de la Tauromaquia con expresivas intenciones, le permiten esbozar levemente gestos de dolor, como el de la mujer que a la derecha oculta su rostro tras las manos, no queriendo mirar la horrorosa escena. Pero lo más terrorífico es la capacidad de mostrar el extremo sufrimiento que ha padecido el condenado. Frente al rostro de El agarrotado, este condenado por llevar una navaja refleja la asfixia que le ha causado la muerte; en apenas dos centímetros, Goya ha logrado mostrar el contraste entre los ojos cerrados, reflejo de una vida ya perdida, y la boca con la lengua fuera, un gesto de sufrimiento que nadie hasta este momento había sido capaz de plasmar en una imagen contemporánea. Otro tanto ocurre en la siguiente estampa de la serie, donde la ejecución es colectiva. La presencia de espadas, navajas o pistolas nos permite conocer las causas de la condena de algunos, pero la carencia de armas en otros condenados nos impide saber por qué lo han sido. (Texto extractado de: Matilla, J.M.: Por una nabaja, en: Goya en tiempos de Guerra, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, p. 304 y 305)