Adoración de los Reyes Magos
Hacia 1663. Óleo sobre lienzo, 207 x 283 cm. Depósito en otra instituciónLa composición adapta a una proporción apaisada la disposición del cuadro de idéntico asunto pintado en 1645 para la Catedral de Toledo. Para rellenar el nuevo espacio, interpone la figura del rey Melchor, calvo y con larga barba blanca. El rey que iniciaba la genuflexión en el lienzo de Toledo, se presenta ahora rejuvenecido, al modo tradicional de Gaspar, y al no modificar la figura de Baltasar, convierte en simple miembro del séquito a quien, en Toledo, coronado, representaba a Gaspar. La figura del nuevo Melchor, luminosa y brillante en su fastuosa vestidura, cumple un papel fundamental en la composición, al resultar la más violentamente iluminada sobre el fondo en penumbra. El motivo de los pajecillos, con las ropas en raudo movimiento, y la Virgen sosteniendo el Niño, que se adelanta hacia el rey arrodillado, se mantienen casi idénticos, mostrándonos la permanencia de soluciones iconográficas consideradas felices y sostenidas sin apenas cambios a lo largo de toda su producción. Su origen hay que buscarlo evidentemente en esquemas rubenianos que Rizi supo hacer suyos desde muy pronto.
Los cuatro lienzos conservados en el Museo del Prado (La Anunciación, P05319; La Visitación, P03136; La Adoración de los Reyes Magos, P05318; y La Presentación de Jesús en el Templo, P02962), y alguno más, destruido, formaron parte de una serie, por ahora de destino desconocido, pintada en torno a 1663, fecha en que se halla firmada La Anunciación. Como ya indicó Angulo (1958) al dar a conocer algunas de sus piezas, su formato apaisado obliga a pensar, no en un retablo, sino en una serie destinada a las naves de un templo, a las galerías de un claustro o a la sacristía de algún templo importante.
Pasaron al Museo de la Trinidad donde unos se recogieron bajo el nombre de Rizi y otros como anónimos. No todos pasaron al Catálogo de Cruzada, dispersándose luego al depositarlos, en diversas instituciones. El Nacimiento, depositado en 1882 en el Tribunal Supremo, desapareció en el incendio de 1915, sin que quedase de él recuerdo gráfico alguno. Otro lienzo, de dimensiones casi idénticas, representando a San Juan Bautista predicando, depositado en 1893 en la Capilla de la desaparecida Sociedad de Protectores de los Pobres, y hoy en paradero desconocido, es dudoso que perteneciese al mismo conjunto.
La serie supone uno de los momentos de plenitud y madurez del artista, al filo de sus cincuenta años y algunas de sus piezas pueden considerarse obras maestras de su producción (Texto extractado de Pérez Sánchez, A. E.: Carreño, Rizi, Herrera y la pintura madrileña de su tiempo. 1650-1700, Ministerio de Cultura, 1986, pp. 252-253).