El sueño de la razon produce monstruos
1797 - 1799. Aguafuerte, Aguatinta sobre papel verjurado, 306 x 201 mmNo expuesto
En esta estampa, Capricho 43, comienza una serie de composiciones destinadas principalmente a flagelar la ignorancia del pueblo, los vicios de los monjes y la estupidez de los grandes. Las creencias en la superstición, todavía extendidas entre el pueblo durante aquellos años, y alimentada por los monjes, nutrió al pintor de una gran parte de sus temas. La estampa ofrece un mundo de pesadilla; Goya no convierte a la razón en verdad, no juzga los monstruos, sólo los expone; presenta así el mundo de la noche, que caracteriza la totalidad de los Caprichos: una inversión del día. El autor Alcalá Flecha (1988: 444-453) recoge tres interpretaciones. Una primera que trata de la firme convicción del artista en los poderes de la razón, como conjuradora de las tinieblas y el oscurantismo. Revelando la confianza ilustrada en el poder inmarcesible de la razón, capaz de desterrar los errores y vicios humanos, de conjurar las tinieblas de la ignorancia y el error, de extender y propagar la luz de la verdad. La segunda interpretación estaría basada en la expresión de un principio estético propio de la crítica artística neoclásica, que consideraba la razón y la fantasía como principios antitéticos que el artista había de saber combinar, es decir que el artista debía utilizar la razón para moderar los excesos de la fantasía, por cuanto que sin la guía de la primera ésta sólo produce monstruos imposibles. Y por último una tercera interpretación que se basa en la expresión de la amargura por el fracaso irremediable de la razón en ese mundo ilustrado que tanto la encumbrara. En la contienda entre luces y sombras han vencido estas últimas; el mundo ordenado por la razón ha sucumbido y sus ámbitos son ahora poblados por animales demoníacos que se enseñorean de las tinieblas.
El año de 1799 es uno de los momentos clave en la vida y la obra de Francisco de Goya. Además de ser nombrado primer pintor de cámara, gozar de un creciente prestigio como retratista y de inaugurarse la ermita de San Antonio de la Florida que él había decorado, el 6 de febrero se publicó en el Diario de Madrid el anuncio de la puesta a la venta de las ochenta estampas que forman la serie de los Caprichos. Ésta marca la culminación de un intenso periodo en la vida del pintor, que se había iniciado en 1792, cuando a consecuencia de una enfermedad convaleció en la residencia gaditana de Sebastián Martínez, donde pudo contemplar estampas satíricas inglesas que influirían posteriormente en su obra. A su regreso a Madrid cultivó la amistad de Leandro Fernández de Moratín, con quien hubo de intercambiar ideas que estarían después presentes en los Caprichos.
En 1797 se fecha el primer dibujo de un conjunto que hoy conocemos como los Sueños, que constituyen la base visual y conceptual de los Caprichos; en ellos se encuentran las formas y también las ideas, los grandes temas, de la serie. Durante estos años, Goya empezó a dibujar en álbumes, en los que captaba imágenes de la vida cotidiana y elaboraba composiciones de invención en las que abordaba de forma satírica aspectos de su tiempo. Fruto de esta actividad son los denominados Álbum de Sanlúcar y Álbum de Madrid, en los que ya se encuentra la fuente de algunas de las estampas de los Caprichos.
Como menciona el anuncio de la venta, los Caprichos son ante todo una sátira concebida como medio para combatir los vicios de los hombres y los absurdos de la conducta humana. Simplificando la serie, podemos agrupar las estampas en torno a cuatro grandes temas, todos ellos de indudable tono crítico. En el primero de ellos aborda el engaño en las relaciones entre el hombre y la mujer: el cortejo como práctica habitual según la cual el hombre moderno, ocupado en sus variados negocios, dejaba que su esposa fuese acompañada en sus salidas por un galán; la prostitución que denigraba y explotaba la condición de ambos sexos; y los matrimonios desiguales o de conveniencia, práctica habitual de su tiempo y criticada por los ilustrados. La sátira de la mala educación y la ignorancia, fruto de la preocupación ilustrada por esta cuestión, tiene su reflejo en los Caprichos que muestran las consecuencias de unas enseñanzas equivocadas en los niños; las falsas creencias y las supersticiones producto de la ignorancia; y la brujería como manifestación suprema de la falta de instrucción y de la superstición. La condena de los vicios arraigados en la sociedad, y particularmente en el clero, tienen también cabida: la vanidad, la gula, la pereza, la lujuria o la avaricia se nos muestran de forma cáustica en otro grupo de estampas. Finalmente otros Caprichos dejan ver su protesta contra los abusos del poder: la Inquisición, la prepotencia de las clases dirigentes, la explotación del pueblo y las injusticias de la ley.
Desde el primer momento fue muy común interpretar los Caprichos como una crítica mordaz a la sociedad de la época, unas veces general, pero en ocasiones dirigida contra instituciones o personas concretas, como Godoy y los reyes. Producto de estas interpretaciones contemporáneas son los comentarios manuscritos en las estampas, entre los que debemos destacar los del ejemplar conservado en el Museo del Prado, el más próximo al pensamiento del artista, ya que perteneció a su amigo Juan Agustín Ceán Bermúdez. A partir de entonces y hasta nuestros días, los Caprichos han sido objeto de las más variadas interpretaciones, prueba del interés que ha suscitado y sigue suscitando una obra que, al cumplir doscientos años, sigue estando de plena actualidad, y en la que todavía podemos ver reflejadas algunas de las "extravagancias y desaciertos" del género humano (Texto extractado de Matilla, J. M.: "Caprichos", Goya en tiempos de guerra, Madrid, Museo del Prado, 2008, pp. 170-171, n. 21).