El 16 de abril de 1529 Federico II Gonzaga (1500-1540), primer duque de Mantua, se excusaba ante su tío Alfonso d`Este por retener a Tiziano perché ha conienzo un retratto mio qual molto desidero sii finito y en 1530 se documenta un segundo retrato de Federico armado. Tipológica y conceptualmente el retrato de Federico es muy similar al de su tío Alfonso I d`Este, pintado por Tiziano hacia 1523-1525 y conocido por copias como la del Metropolitan Museum de Nueva York. Estos primeros retratos cortesanos plantearon nuevos retos al pintor, que solventó con la adopción de un novedoso formato de tres cuartos, el preciosismo en la recreación en las texturas de las indumentarias, y la inclusión de elementos alusivos al rango o habilidades del retratado, como un cañón en el de Alfonso, experto artillero, o un perro en el de Federico, conocido amante de los animales. La pose de los aristócratas es también idéntica, con la mano izquierda en la espada y la derecha descansando sobre un objeto o animal.

El retrato de Federico presenta asimismo similitudes con el de Laura Dianti, amante de Alfonso I d´Este (Kreuzlingen, colección Heinz Kisters), tanto por su formato de tres cuartos como, sobre todo, por el espectacular empleo del azul ultramarino en las indumentarias. En el retrato de Laura Dianti, la posición del perrillo de Federico la ocupa un sirviente negro, destinatarios ambos de las caricias de sus amos. Federico viste calzas rojas, jubón de terciopelo azul con bordados dorados, y de su cuello cuelga un rico rosario de oro y lapislázuli. Apoya la mano izquierda en el pomo de la espada y con la derecha, adornada con dos ricos anillos, acaricia un perro maltés. Aunque la apariencia del perro parece más apropiada para retratos femeninos como símbolo de fidelidad que para masculinos, donde suelen aparecer canes de mayor tamaño, su inclusión en este retrato, no habría sido casual. El retrato se ha relacionado con los proyectos matrimoniales de Federico en 1529 y la necesidad de "maquillar" su pasado disoluto. El retrato, que lo muestra afable y piadoso sin menoscabo de dignidad aristocrática, formaría parte de tal estrategia, sancionada con su boda en 1531 con Margherita Paleóloga, heredera del marquesado de Monferrato.

Esta obra proporciona un magnífico ejemplo del triunfo del arte y el poder del retrato. Y es que más importante que la comentada raza del perro es su actitud participativa, que lo asimila al perro lisonjero y adulador de los poetas clásicos que reconoce la imagen de su dueño.

Museo Nacional del Prado, El retrato del Renacimiento, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2008, p.215/216