Las parejas reales
1770. Óleo sobre lienzo, 237 x 370 cmSala 039
Esta obra es la primera de gran formato pintada por Paret. Con ella demuestra que desde muy temprano en su trayectoria domina la composición en perspectiva y con numerosas figuras, además de haber desarrollado ya su modo de pintar característico, preciosista y tendente a un cromatismo de gama fría de apariencia nacarada. La hizo a instancias de su protector, el infante don Luis, probablemente como presente para su padre, Carlos III, o para su hermano Carlos, Príncipe de Asturias, promotor del evento mostrado en el lienzo, un juego de parejas que tuvo lugar en el entorno del palacio de Aranjuez el 6 de junio de 1770.
Se trata de una fiesta de carácter cortesano definida por la ejecución a caballo de distintas contradanzas al ritmo de la música. Según la narración de Juan Antonio Álvarez de Quindós, en su desarrollo participaban más de setenta corceles y cerca de doscientas personas, aunque los más importantes eran los cuarenta y ocho caballeros, vestidos lujosamente a la antigua usanza, que componían las cuatro cuadrillas que llevaban a cabo las figuras. En esta ocasión estuvieron dirigidas por el príncipe Carlos, que vestía, como su cuadrilla, de color blanco y encarnado y que, en el lienzo, aparece a la cabeza del grupo que ha girado hacia su derecha. En el lado opuesto, al fondo, se ve la del infante don Gabriel, de blanco y azul. La cuadrilla del infante don Luis, de blanco y verde, y la del duque de Medina Sidonia, de blanco y dorado, se disponen frente al palco real. En este espacio, creado al efecto sobre la galería del palacio y cubierto por tapices en los que se adivinan temas de carácter mitológico o de género al estilo de Teniers, así como floreros, se distingue claramente a Carlos III y a María Luisa de Parma, acompañados de los infantes Antonio Pascual, Francisco Javier y la infanta María Josefa, pues no solo están fielmente retratados a pesar de su tamaño, sino que la zona en la que se encuentran se halla más iluminada con respecto a las adyacentes, donde se agrupan otros personajes cortesanos, primorosamente ataviados y luciendo condecoraciones.
El "elegante espectáculo", según descripción del viajero inglés Joseph Townsend, que lo contempló en 1787, constituía la jornada del real sitio más concurrida de las que entonces hacía la corte, llegando a congregar a varios miles de personas de todas las clases sociales. Este aspecto es reflejado por Paret ya que, junto al ilustre cortejo citado, integra una representación del resto de estamentos, desde el militar, mediante los soldados de la guardia valona, el eclesiástico, a través de las figuras de varios frailes y abates, y, finalmente, el pueblo llano, en el que a su vez se identifican refinados petimetres y petimetras vestidas con la tradicional basquiña negra y la moderna mantilla blanca, majos con montera andaluza o redecilla y aún envueltos en sus capas, y aldeanos. Todos están captados con veracidad, componiendo un completo muestrario de expresiones y actitudes, además de representarse con extraordinaria minuciosidad, lo que se revela incluso en los detalles más pequeños, como los variados peinados o las joyas y complementos que lucen los distintos personajes.
A este pueblo llano reserva el artista el primer término de la composición y le hace protagonizar distintas escenas al margen del festejo que otorgan variedad y viveza a la obra. Así, el ángulo inferior izquierdo aglutina a un variopinto grupo de personajes en el que se ve a unas aldeanas que intentan avanzar a lomos de sus burros protegiéndose del sol con quitasoles o a un joven que se acompaña de su guitarra y unos pliegos nunca identificados hasta ahora pero que, por la inscripción y dibujos que presentan, se podrían relacionar con el romance popular Las virtudes de la noche, del que existen distintas versiones desde, al menos, mediados del siglo XVII, con el elemento común de la enumeración de hechos y situaciones que tienen lugar en esas horas. En una versión que circulaba en fechas próximas a la realización de este cuadro se destacan fundamentalmente hechos benéficos, lo que, más allá de ilustrar una escena cortés, tal vez podría interpretarse como una alegoría del reinado de Carlos III, que proporciona prosperidad y seguridad a su pueblo.
Con el fin de conseguir esta felicidad generalizada se favorecían actividades y eventos como el representado, de los que podían disfrutar todas las clases sociales, que, sin embargo, no se mezclaban entre sí, como se muestra en la parte central del lienzo donde, a pesar de no advertirse ningún altercado, dado que una joven bebe y sigue amamantando a su hijo sin inmutarse, se ve irrumpir con violencia a dos soldados armados, probablemente intentando evitar que el grupo se acerque hacia el otro lado, que parece destinado a la llegada de personas de más elevada extracción social, tal como evidencian sus ricos atuendos y las elegantes carrozas dispuestas en esta zona. Aun así, varios majos y un par de aldeanos sobre un burro han logrado abrirse paso entre ellos. Al fondo de la composición, por detrás de los músicos que integran el festejo, y casi fundidas con el frondoso paisaje, se ven también gentes y carrozas de diverso tipo, puestos de vendedores y hasta una embarcación, recordatorio de los entretenimientos fluviales que asimismo tenían lugar en el Real Sitio de Aranjuez.
De este modo, si se tiene en cuenta que aún no se había publicado la Colección de trajes de España de Juan de la Cruz (1777-88), ni en los cartones para tapices destinados a las residencias reales se había incluido la representación del pueblo contemporáneo, se puede considerar a Paret el primero en convertir a este en protagonista.
Se han relacionado con esta composición tres dibujos preparatorios que revelan un minucioso proceso creativo en el que tampoco puede pasarse por alto la posible influencia de obras como la Tela real de Velázquez (1632-37; Londres, National Gallery) o la Vista de Zaragoza de Juan Bautista Martínez del Mazo (1647; Madrid, Prado), la cuales, además, se hallaban por entonces colocadas en el paso del cuarto del infante don Luis en el Palacio Real de Madrid.
Como recoge Delgado, el 16 de junio de 1771, en carta a la Junta de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el marqués de Santa Cruz comentaba que "en Aranjuez estaba Luis Paret, que en pintura había hecho con mucho acierto las parejas del año pasado". Del éxito del cuadro es muestra significativa que el artista hiciera una copia por encargo del infante don Gabriel.
Albarrán, Virginia, 'Luis Paret y Alcázar. Las parejas reales' En:. Paret, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2022, p.100-104 nº 15