Contra el bien general
1814 - 1815. Sanguina sobre papel verjurado, crema, 146 x 206 mm.Dibujo preparatorio para Desastres de la guerra, 71, Contra el bien general. La interpretación de los Caprichos enfáticos apunta a los diferentes aspectos de la represión y vuelta al absolutismo que supuso el represo a España de Fernando VII, cuya máxima expresión es el Real Decreto de 4 de mayo de 1814: “Conformándome con las decididas y generales demostraciones de la voluntad de mis pueblos, y por ser ellas justas y fundadas, declaro [...] aquella constitución y tales decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiesen pasado jamás tales actos, y se quitasen de en medio del tiempo. [...] Y como el que quisiese sostenerlos, y contradixere esta mi real declaración, tomada con dicho acuerdo y voluntad, atentaría contra las prerrogativas de mi soberanía y la felicidad de la nación, y causaría turbación y desasosiego en mis reynos, declaro reo de lesa Magestad a quien tal osare o intentare, y que como a tal se le imponga la pena de la vida, ora lo execute de hecho, ora por escrito o de palabra”. A diferencia de dibujos y estampas anteriores, más narrativas, Goya regresa en las últimas al lenguaje alegórico que ya había utilizado en los Caprichos y que a partir de este momento, en los últimos años de su vida, va a ser una constante en su obra que desembocará en los Disparates y en las Pinturas negras. Probablemente la actualidad de los temas tratados -la lucha entre serviles y liberales y la represión de éstos, la reinstauración de la Inquisición y la abolición de la Constitución liberal de 1812- motivaron, además del lógico desencanto del artista puesto de manifiesto en la creación de imágenes sombrías, la utilización de un lenguaje visual críptico y ambiguo, en el que la crítica al gobierno absolutista no resultase demasiado explícita y por tanto comprometedora. Pero también está el sentido grotesco de las imágenes, una constante que se mantendrá en su obra posterior, donde el hombre pierde su condición humana, animalizándose a consecuencia de sus acciones. La fuente de este lenguaje alegórico, como desveló Glendinning, radica en el libro de Giambattista Casti (1724-1803), Gli animali parlanti (Los animales parlantes), publicado en Italia en 1802 y traducido al español en 1813 por Francisco Rodríguez Ledesma (Madrid: Imp. Espinosa), donde se critica en forma de fábula el poder corrupto que acaba con la libertad. En esta animalización o deshumanización, lobos, vampiros, buitres, búhos y otros seres monstruosos a medio camino entre el hombre y el animal, reprimen y acaban con la vida de los hombres. Contra el bien general y Las resultas (Desastre 72) son buenos ejemplos del contenido alegórico político de este conjunto. De nuevo Goya vuelve a enlazar títulos muy expresivos e imágenes, creando secuencias en las que se plantea una tesis y su desenlace; y así las disposiciones dictadas por el protagonista de la primera obra tienen su consecuencia sobre el hombre que yace en el suelo en la segunda. En el Canto XXIV del poema de Casti se describe al jefe de los vampiros como consejero legal, cabeza de un “grupo de codiciosos notarios, economistas y especialistas delincuentes”. El vampiro pasa de ser financiero a convertirse en consejero de la corona, hábil intrigante, que sirve a los fines del lobo chupando la sangre de sus víctimas. El carácter crítico con la política de su tiempo de estas estampas justifica plenamente que Goya decidiera no publicar la serie. No sólo las escenas de guerra y hambre resultaban inadecuadas en momentos de exaltación patriótica, sino que además esta última parte debía ser entendida como un demoledor ataque a los gobernantes que, contra el bien general, término frecuentemente empleado para justificar la política de los gobiernos, dictaban leyes basadas en los privilegios del Antiguo Régimen, sutilmente sugeridos en la primera obra por la silla en la que se sienta el legislador, en la que se aprecia la clavazón metálica característica del mobiliario español del siglo XVII, y perfectamente identificable en la estampa posterior. Los animales de la noche, que poblaban El sueño de la razón produce monstruos en los Caprichos casi veinte años antes, vuelven a aparecer, y lo hacen para abalanzarse cual vampiros, en palabras de Lafuente Ferrari, “sobre el cuerpo cansado que puede simbolizar la España de la postguerra y se alimentan de su sangre débil y escasa” (Texto extractado de Matilla, J. M.: Contra el bien general, en: Goya en tiempos de Guerra, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, pp. 341-343).