Enterrar y callar
1810 - 1814. Aguada bruñida, Aguafuerte, Buril, Punta seca sobre papel avitelado, ahuesado, 163 x 2180 mmNo expuesto
La peor de las consecuencias de la guerra es indudablemente la muerte. La representación de las víctimas es uno de los principales objetivos de los Desastres. Casi desde el comienzo, Goya va mostrar con énfasis el carácter colectivo de las matanzas. Representar un cadáver constituye una forma de expresar la violencia, pero mostrar los muertos amontonados sin orden acrecienta la trascendencia trágica del suceso. Con frecuencia los cadáveres van a aparecer desnudos, con un tratamiento muy clásico de los cuerpos, en acentuados escorzos, contraponiendo de este modo el ideal de belleza al drama de la muerte. El título de la estampa es muy elocuente, por cuanto se basa en el refrán español Comer y callar utilizado para dar a entender que el que está a expensas de otro, le conviene obedecer y no replicar. En este caso Goya cambia el verbo comer por enterrar, pero el significado del título es muy semejante; no es posible hacer nada, ni lamentarse, ni protestar, sólo enterrar a los muertos. Sin embargo, el modo en que Goya muestra el acontecimiento es quizá el mejor alegato frente a la tragedia que representa. Las fuentes literarias contemporáneas abundan en los montones de muertos que se acumulaban en las afueras de las poblaciones, fruto de los combates, la represión o la venganza, y en las medidas para enterrarlos, como las dictadas por el marqués de Santa Cruz. Lo frecuente del tema lleva a Goya a suprimir las escasas referencias espaciales que existían en el dibujo, para mostrar, en un terreno inclinado e indeterminado, tan macabra escena. Varios matices confieren una extrema violencia conceptual: la disposición de los cuerpos desnudos, a los que previamente se había despojado de sus vestiduras como el mismo Goya se encargó de mostrar en el Desastre 16, Se aprovechan; los violentos escorzos que reflejan tanto la cadavérica rigidez como la idea de haber sido arrojados de cualquier manera, como meros objetos; las muecas que revelan el dolor de sus momentos finales; y los zapatos tirados en primer término, símbolo de la pérdida violenta de la vida. Pero Goya da un paso más en su expresividad al describir el olor de la putrefacción de estos cuerpos. Para ello incluye dos figuras, un hombre y una mujer, que se convierten en testigos de la matanza. Los cambios producidos en ambas figuras en el paso del dibujo preparatorio a la estampa permiten apreciar el énfasis de Goya en lo patético. En el dibujo ambos se lamentan, mientras que en la estampa el lamento se transforma en náusea, y la pareja tapa sus narices para resistir el desagradable olor de la muerte. Sara Symmons apuntó la utilización de estampas de Flaxman por parte de Goya como fuente de inspiración para algunas de sus obras; Goya toma la esencia de la obra de Flaxman, la ilustración del Suplicio de los falsarios y los charlatanes del Canto 29 de la serie del Infierno de la Divina Comedia de Dante, y la traduce a su propio idioma. De esta estampa se conservan, además del dibujo preparatorio, numerosas pruebas de estado que permiten apreciar la meticulosidad con la que Goya preparó la obra, añadiendo líneas de aguafuerte al terreno del primer plano y dejando espacios en blanco para destacar los zapatos. Las pruebas de estado anteriores a la adición de la aguada en el cielo, permiten apreciar la delicadeza con la que define la anatomía de los cadáveres, a base de breves toques de aguafuerte y ligeros trazos de punta seca, con los que logra suaves matices tonales (Texto extractado de Matilla, J. M.: Enterrar y callar, en: Goya en tiempos de Guerra, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, pp. 318-320).