Enterrar y callar
1810 - 1814. Preparado a lápiz, Sanguina sobre papel verjurado, ahuesado, 185 x 236 mm. No expuestoDibujo preparatorio para Desastres de la guerra, 18, Enterrar y callar. La peor de las consecuencias de la guerra es indudablemente la muerte. Como hemos visto hasta ahora, la representación de las víctimas es uno de los principales objetivos de los Desastres. Casi desde el comienzo, Goya va a mostrar con énfasis el carácter colectivo de las matanzas. Representar un cadáver constituye una forma de expresar la violencia, pero mostrar los muertos amontonados sin orden acrecienta la trascendencia trágica del suceso. Con frecuencia los cadáveres van a aparecer desnudos, con un tratamiento muy clásico de los cuerpos, en acentuados escorzos, contraponiendo de este modo el ideal de belleza al drama de la muerte. [...] Lo frecuente del tema lleva a Goya a suprimir las escasas referencias espaciales que existían en el dibujo, para mostrar, en un terreno inclinado e indeterminado, tan macabra escena. Varios matices confieren una extrema violencia conceptual: la disposición de los cuerpos desnudos, a los que previamente se había despojado de sus vestiduras como el mismo Goya se encargó de mostrar en el Desastre 16 Se aprovechan; los violentos escorzos que reflejan tanto la cadavérica rigidez como la idea de haber sido arrojados de cualquier manera, como meros objetos; las muecas que revelan el dolor de sus momentos finales; y los zapatos tirados en primer término, símbolo de la pérdida violenta de la vida. Pero Goya da un paso más en su expresividad al describir el olor de la putrefacción de estos cuerpos. Para ello incluye dos figuras, un hombre y una mujer, que se convierten en testigos de la matanza (Texto extractado de Matilla, J. M.: Enterrar y callar, en: Goya en tiempos de guerra, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, 318 y 319).