Fernando VII con manto real
1814 - 1815. Óleo sobre lienzo, 208 x 142,5 cmSala 066
El rey Fernando VII (1784-1833) nació en el palacio de San Lorenzo de El Escorial el 14 de octubre de 1784. Hijo de Carlos IV y María Luisa, fue proclamado heredero del trono en 1789. Comenzó pronto a intrigar contra sus padres y contra Godoy, instigado por su preceptor, el canónigo Juan Escóiquiz, reuniendo en torno a él una camarilla opuesta a los reyes, que consiguió su destronamiento en marzo de 1808 tras el motín de Aranjuez. Fernando ascendió al trono, por abdicación de su padre, el 19 de marzo, entrando en Madrid el 24 de ese mes, un día después de que lo hubieran hecho las tropas francesas al mando del mariscal Murat. El nuevo rey se trasladó a Bayona para dilucidar la cuestión dinástica con Napoleón y renunció al trono, devolviéndoselo a su padre, que a su vez había cedido sus derechos en favor del emperador, y quedó retenido en Francia hasta el final de la guerra. El tratado de Valençay, en diciembre de 1813, determinó las condiciones para su regreso a España, establecidas por la Junta General de la Regencia, que incluían la jura de la Constitución, promulgada por las cortes de Cádiz en 1812. Fernando VII entró en España en abril de 1814 y en Madrid en el mes de mayo. Entre las primeras medidas que tomó estuvieron la abolición de la Constitución y el encarcelamiento de quienes habían constituido el gobierno de la Regencia, incluido su primo, el infante don Luís María de Borbón (P00738), confinado en Toledo. Comenzó entonces su reinado absolutista, reinstaurando la Inquisición, prohibiendo libertad de prensa e iniciando una fuerte represión política para acabar con los afrancesados, que habían servido al gobierno de José Bonaparte, y con los liberales, procedentes de las filas de quienes habían luchado contra los invasores y apoyaban la Constitución, dando lugar a su exilio masivo en Francia. El retrato de Goya, cuyo destino primero no se conoce, aunque su procedencia del Ministerio de la Gobernación indica su importancia como imagen situada en el centro mismo del poder, coincide con el inicio del reinado absoluto del monarca. Pudo ser comisionado en el otoño de 1814, al mismo tiempo que el destinado al Canal Imperial de Aragón (Zaragoza, Museo de Bellas Artes) con el que tiene concordancias, que había sido encargado el 20 de septiembre de ese año y concluido en julio de 1815. Fernando VII aparece en el retrato del Prado revestido de los símbolos de su realeza: En pie, completamente de frente, sostiene en la mano derecha el cetro, como bastón de mando, con las armas de Castilla y León. Se envuelve en el manto de color púrpura forrado de armiño y ostenta el Toisón de Oro, que cuelga del gran collar de Maestre de la Orden, así como la banda de la Orden de Carlos III, que rodea su pecho. El rey ocupa un espacio totalmente desnudo, que no incluye, como era habitual, referencia alguna a la estancia en la que se encuentra; no aparece, por ejemplo, la mesa con la corona ni los grandes cortinajes que encarnaban asimismo la magnificencia del poder real. En ese sentido, el retrato del rey se vincula con algunos de los más sobrios retratos que Velázquez pintó de Felipe IV (P01182), aunque Goya parece utilizar esa austeridad para despojar al rey de la majestad y nobleza que expresaban sus antecesores. La radiografía muestra algunos arrepentimientos, con cambios en la figura. Por otra parte, el rostro ejecutado con gran detalle revela que el retrato se pintó del natural, ejecutando Goya los bordados del manto y otros elementos con una técnica de gran riqueza de pigmentos y empastes diversos, que se proyecta en relieve sobre la superficie del lienzo, hasta entonces no utilizada con la libertad potente y novedosa que revela aquí. De un calco de la cabeza de este retrato deriva el Retrato de Fernando VII ante un campamento militar (P00724).