Madre infeliz!
1812 - 1814. Aguafuerte, Aguatinta, Bruñidor, Punta seca sobre papel avitelado, ahuesado, 157 x 206 mm. No expuestoCuando Goya puso los títulos a lápiz en las estampas del ejemplar completo de los Desastres que regaló a su amigo Ceán Bermúdez, cada palabra estaba rigurosamente ajustada a la composición y a la intención crítica con la que la había concebido. Así ocurre en este dibujo preparatorio, donde la condición de madre de la mujer está subrayada por la presencia de su hija pequeña, al tiempo que el adjetivo infeliz que luego añadió a la estampa expresa la adversidad de su suerte, que la ha conducido a la muerte. Integrada en el conjunto de composiciones en las que se muestran los horrores producidos por el hambre, expresa como pocas la idea de la fragilidad de la vida y la soledad del hombre. En las estampas del hambre la mujer se convierte en un hilo conductor, representada como madre cuidando y protegiendo a sus hijos o ejerciendo la caridad entre los más necesitados. En el Desastre 44, Yo lo vi, Goya había mostrado la preocupación de una madre por su hijo, destacando su actitud valerosa frente a la cobardía de las autoridades que huyen, pero a partir de la estampa 48 se intensifica el dramatismo de esta maternidad ante las adversas condiciones de vida. Las madres, de modo similar a las madonas, aparecen con los niños en su regazo, con gestos sufrientes que ponen en evidencia la trágica situación, y que culminan con la presencia de niños abandonados a su suerte tras su fallecimiento. Tal es el caso de esta composición, en la que el cuerpo de la mujer es trasladado por tres hombres. De forma magistral Goya relaciona las figuras de la composición a través de sus miradas, llevándonos desde la bella cabeza de la joven madre hasta el descorazonador llanto de su hija. La comparación del dibujo preparatorio con la estampa pone de manifiesto uno de los métodos más empleados por Goya para acentuar el carácter patético: el oscurecimiento de las composiciones con aguatinta para crear densas atmósferas en las que las figuras se realzan como fuertes focos lumínicos. De este modo, Goya dirige nuestra mirada hacia aquello que quiere destacar: el cuerpo tendido de la madre, los rostros y cuerpos de los hombres que la portan, la niña que llora y, más al fondo, el cadáver de otra mujer víctima de la guerra. Todos ellos crean una secuencia continua, en forma de arco, que acentúa la idea de principio y fin, de vida y muerte. Si por el título se puede afirmar que la protagonista es la madre muerta, no es menos cierto que la composición acentúa la soledad e indefensión de la huérfana. Por una parte el contraste de los tamaños de los adultos y la niña subraya su indefensión; por otra parte la colocación algo rezagada de la niña que sigue al grupo refuerza la expresión de su soledad en la inmensidad del espacio vacío que la rodea. Magistralmente Goya, con apenas unos trazos que esbozan sus manos enjugándose las lágrimas, representa el llanto inconsolable de la niña ante la desgracia y su incierto futuro (Texto extractado de Matilla, J. M.: Madre infeliz!, en: Matilla, J. M. y Mena, M. B.: Goya: Luces y Sombras, Barcelona: Fundación La Caixa, 2012, p. 204).