Murió la Verdad
1814 - 1815. Aguafuerte, Bruñidor sobre papel avitelado, ahuesado, 176 x 221 mm. No expuestoEl volumen de estampas que Goya regaló a Ceán con el título "Fatales consecuencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte. Y otros caprichos enfáticos" se iniciaba con la premonitoria imagen de un hombre abatido y sumido en el desamparo ante las terribles circunstancias que se avecinaban con la guerra. El final de la serie muestra lo acertado de dicha premonición, aunque Goya deja un atisbo de esperanza. Pese al aparente desorden que se aprecia en la serie, existe una lógica interna que presenta los temas más o menos agrupados, crea lazos entre las estampas a través de los títulos y plantea secuencias en las que el artista desarrolla con un sentido narrativo sus planteamientos morales sobre la perversidad de la guerra. Las tres últimas estampas de los Caprichos enfáticos, que constituyen el colofón de la serie, mantienen el carácter alegórico, aunque alejadas de la fábula de las anteriores. El contenido político de la secuencia es evidente. Murió la Verdad muestra el cuerpo tendido de una joven mujer, con el pecho descubierto y vestida de blanco, de la que irradia una luz que nos permite ver quiénes y qué actitudes adoptan los que participan en su entierro. A lo largo de los Desastres Goya recurre al cuerpo de la mujer, en ocasiones con marcado carácter sensual, para mostrar la tragedia de la guerra. De nuevo vuelve a ella para representar la alegoría de la Verdad, que todo lo ilumina, a cuya derecha la Justicia, vestida de un modo semejante, llora su pérdida. Por el contrario, un obispo tocado con la mitra parece bendecir su cadáver al tiempo que dos monjes con azadón se disponen contentos a cavar su fosa. Detrás, numerosos clérigos asisten a la escena con mayor o menor interés, y entre ellos, un hombre con los ojos vendados apoyado en un bastón. La crítica a la Iglesia es evidente, y apuntamos una interpretación en clave política referida a la restauración de sus privilegios tras la abolición de la Constitución de 1812 con el decreto de 4 de mayo de 1814. La ilación con la siguiente estampa viene determinada por la pregunta formulada en el título Si resucitará? Dado el carácter irónico de muchos de los títulos de Goya, es posible pensar que el tono esperanzador con el que algunos han interpretado la estampa, no lo sea tanto, y deba ser entendida acorde con el escepticismo que caracteriza buena parte de la última producción del artista. En caso de que la Verdad resucite, allí están de nuevo los seres de la noche, símbolos de la vuelta al Antiguo Régimen, para acabar con ella, mediante su ley y su fuerza, y mantener a los hombres como el que levemente aparece representado tras la luz de la Verdad, amordazados y maniatados. La última de las obras, Esto es lo verdadero, muestra más los deseos de Goya que la realidad del país. La situación de ruina económica y fractura social de España en la posguerra, y el regreso a los postulados políticos y religiosos preconstitucionales de Fernando VII, no dejaban lugar a la esperanza, como se había encargado de plantear en estampas anteriores. De este modo sólo le queda enseñar lo que él considera la antítesis de esta situación, un mundo idílico y quizá ya pasado, en el que la Paz, coronada de olivo, apoya su mano sobre el hombre –el primitivo, trabajador y no contaminado por el egoísmo hombre de Rousseau– y le indica que sólo a través del trabajo de arrancar a la tierra sus frutos podrá volver la vida y la riqueza. (Texto extractado de: Matilla, J.M.: Murió la Verdad/Si resucitará?, en: Goya en tiempos de Guerra, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2008, p. 348)