Ni por esas
1810 - 1814. Aguada, Aguafuerte, Buril, Punta seca sobre papel avitelado, ahuesado, 162 x 213 mm. No expuestoGoya dedicó un buen número de las estampas de la primera parte de la serie a mostrar escenas en las que la población se muestra como víctima inocente de los excesos de los militares, y en particular las mujeres, convertidas en objetivos de los abusos sexuales de los invasores.
Aunque los Desastres no siguen un orden estricto, existe una estructura en la que es posible apreciar cómo Goya aborda los temas de un modo secuencial, aun cuando en ocasiones aparecen intercaladas estampas de diferente asunto. Una posible interpretación de las reiteraciones y alteraciones puede estar en la intención del autor de mostrar lo aleatorio de la guerra, donde no se sabe qué va a pasar. La representación de la violencia sobre las mujeres es uno de esos temas a los que Goya recurre con frecuencia en la primera parte de la serie y que en ocasiones enlaza mediante sus títulos. Las mujeres dan valor (Desastre 4, G02334), No quieren (Desastre 9, G02339), Tampoco (Desastre 10, G02340), en esta que comentamos Ni por esas ( Desastre 11), Amarga presencia ( Desastre 13, G2343) y Ya no hai tiempo (Desastre 19, G2349), entre otras estampas, muestran los atropellos de los soldados franceses sobre unas mujeres representadas como ejemplos de belleza y patetismo. En muchas escenas, como la que ahora comentamos, se sirve de una serie de recursos plásticos que le ayudan a expresar estos conceptos y a dirigir nuestra mirada hacia las víctimas. Destaca el protagonismo de las figuras femeninas dejándolas en blanco, sin apenas líneas de aguafuerte, enfrentándolas a otras intensamente grabadas y recortándolas sobre fondos oscuros, como si de un escenógrafo se tratase. Por otra parte se sirve de arquitecturas abovedadas, de indudable valor simbólico, bajo cuya oscuridad se desarrollan los abusos. Este uso de la arquitectura abovedada como espacio de violencia, opresión y sinrazón, es una de las constantes de la obra goyesca, como se puede advertir en pinturas anteriores y posteriores. Con este uso de la arquitectura establece un contraste entre la claridad exterior, donde se aprecia una edificación religiosa que ayuda a situar la escena en un espacio urbano, y la oscuridad bajo los arcos, donde se producen los abusos. Como en tantas ocasiones en la serie, estas formas de violencia no se limitan a acciones aisladas e individuales, sino que constituyen manifestaciones colectivas, que le permiten además mostrar diferentes momentos del hecho narrado. Con todo, lo más dramático de esta estampa es la figura del niño indefenso, caído a los pies de su madre. La diagonal que se establece entre la mujer y el soldado que se dispone a violarla se rompe con el escorzo del cuerpo semidesnudo del niño, que llora desconsoladamente y extiende su mano crispada en un gesto muy similar al del soldado francés que trataba de protegerse del hachazo en el Desastre 3, un gesto reflejo que tanto entonces como ahora no podrá evitar la muerte.” ( Texto extractado de Matilla, J.M.: Ni por esas, en: Matilla, J.M., y Mena, M.B.: Goya: Luces y Sombras, Barcelona, Fundación La Caixa, 2012, pág. 206)