Bodegón con plato de cerezas, ciruelas, jarra y queso
Hacia 1760. Óleo sobre lienzo, 47 x 35 cmSala 088
El objeto que de inmediato atrae la atención del espectador es la espléndida jarra de loza, esmaltada en blanco, al óxido de estaño, típica del siglo XVIII, que posee un asa torsa de estilo salomónico. A su lado un queso contrasta con el juego de líneas rectas y curvas que lo delimitan así como por los planos de luz tan distintos que refleja; delante, un plato rococó de borde ondulado rebosa de cerezas, y unas ciruelas se sitúan en el ángulo inferior derecho de la tela.
Analizando la jarra, pintada en azul cobalto, se observa que pertenece al grupo de las fabricadas en Talavera (aunque también se hacían así en Puente del Arzobispo y en Toledo), donde se la denomina jarra de bola o jarra de borracho, puesto que su función primaria consistía en contener vino. Ha sido clasificada, por la flor que aparece, como del grupo de la adormidera; sin embargo Gutiérrez Alonso cree que la flor es del tipo girasol, crisantemo u otra variedad. En consecuencia es mejor emplear la terminología habitual de Talavera o de Puente del Arzobispo: de la rosilla, del ramito, o de la letra. En cuanto al plato, también puede ser talaverano y dentro de éstos, del tipo de castañuela. Análogamente cabría trasladar estos datos a otros cuadros de Meléndez, como el P924 del Museo del Prado entre ellos, con similares motivos.
Relacionando este cuadro con otros del autor, muestra la repetición del mismo plato e incluso de la jarra, que aparece, aunque sin la decoración floral que en el presente ostenta; análogamente aquélla se ve en el lienzo perteneciente al Museu Nacional d`Art de Catalunya. En el North Carolina Museum of Art, de Raleigh, existe una copia de este lienzo.
Desde el punto de vista técnico, el bodegón debe ser incluido entre los ejecutados en la séptima década del siglo, de acuerdo con la fuerza expresiva de sus volúmenes y la visión tan directa de los objetos y los detalles combinados de frutas y utensilios. Además, luz y color describen soberbios efectos, de los cuales conviene destacar el magnífico impacto de tonos rojizos brillantes del centro de la composición recortándose sobre amarillos y blancos, levemente azulados (Texto extractado de Luna, J. J.: El bodegón español en el Prado. De Van der Hamen a Goya, Museo Nacional del Prado, 2008, p. 114).